El llamado dedo en garra es una deformidad relativamente habitual que afecta principalmente a los dedos menores de los pies. Se caracteriza por la flexión anormal de las articulaciones interfalángicas proximal y distal, mientras que la articulación metatarsofalángica se encuentra en hiperextensión. Esta condición suele generar dolor, molestias y dificultades para caminar, afectando significativamente la calidad de vida del paciente.
En este nuevo artículo que le traemos desde la clínica de traumatología del Dr. Pablo Subirán, en Pontevedra, le contaremos todo lo que precisa saber sobre esta patología y, lo que es más importante, cómo evitarla.
Desencadenantes del dedo en garra
Diversos aspectos pueden contribuir al desarrollo del dedo en garra, incluyendo:
- Desequilibrio muscular. La alteración del equilibrio entre los músculos flexores y extensores del pie puede provocar la deformidad.
- Factores neurológicos. Enfermedades neurológicas como la neuropatía diabética, la enfermedad de Charcot-Marie-Tooth o la esclerosis múltiple pueden causar debilidad muscular y deformidades en los pies.
- Factores biomecánicos. El uso de calzado inadecuado, sobre todo de zapatos estrechos o de tacón alto, ejerce presión sobre los dedos, favoreciendo así la aparición del dedo en garra.
- Factores genéticos. La predisposición genética también juega un papel importante en el desarrollo de esta patología.
- Traumatismos. Lesiones en los dedos o en el pie pueden desencadenar la deformidad.
Prevención y tratamiento
La prevención del dedo en garra implica la adopción de medidas para minimizar en lo máximo posible las posibilidades de sufrir esta condición, tales como:
- Calzado adecuado. Usar zapatos cómodos, con suficiente espacio para los dedos y evitar los tacones altos.
- Ejercicios de estiramiento. Realizar ejercicios de estiramiento de los dedos y los músculos del pie para mantener la flexibilidad y el equilibrio muscular.
- Control de enfermedades neurológicas. En pacientes con enfermedades neurológicas, resulta fundamental llevar a cabo un control adecuado de la enfermedad para prevenir complicaciones en los pies.
Por otro lado, el tratamiento dependerá de la gravedad de la deformidad y de los síntomas del paciente. A grandes rasgos existen dos alternativas:
- Tratamiento conservador. En casos leves, se pueden utilizar ortesis, almohadillas o férulas para corregir la deformidad y aliviar el dolor.
- Tratamiento quirúrgico. En casos graves o cuando el tratamiento conservador no es efectivo, puede ser necesaria la cirugía para corregir la deformidad y restaurar la función del pie.
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